Preludio

Psicología Naturalista

El naturalismo es una noción, un cierto sabor al gusto del intelecto. Es la convicción de que no hay nada por fuera de la naturaleza y que, en esa medida, todo es susceptible de una explicación sensata. La Psicología Naturalista es naturalista porque, teniendo este sabor en mente, quiere un modelo integral de la naturaleza y es psicología porque su misión principal es darle un lugar coherente a la psique dentro de ese modelo.

La idea tiene su origen en Josep Roca i Balasch. Yo la complemento con mis filósofos favoritos: Donald Davidson y José Ortega y Gasset. Bienvenidos todos los comentarios, críticas, preguntas, dudas o sospechas.

Carlos Mario Cortés H.

El Movimiento como principio metafísico

Octubre de 2008

Ponencia presentada en el IV Coloquio 
Internacional de Psicología Interconductual.
Lima, Perú: Universidad Federico Villarreal. 


La necesidad de definir el objeto de estudio de la psicología, al considerar juiciosamente sus consecuencias, se manifiesta contundentemente. Ubicar conceptualmente de manera apropiada los fenómenos naturales, entre ellos lo psíquico, y, a su vez, establecer las interrelaciones entre ellos, comportará cambios fundamentales para disciplinas que van desde la psiquiatría hasta la política, pasando por la educación y la psicoterapia, entre otras.

Sin duda, éste es un programa ambicioso pero loable. Y a mi juicio, el mejor esfuerzo ha sido la propuesta teórica de Josep Roca i Balasch por cuanto es un modelo que cobija todas las actuaciones científicas actuales, resaltando los aspectos que son necesarios para evitar reducciones o invasiones inapropiadas y desastrosas, al tiempo que subraya las necesarias interacciones disciplinares y profesionales. Asimismo, considero que nos proporciona un universo terminológico que puede resultar más seductor, para las diferentes tendencias en psicología, que los vestigios conductistas impregnados de biologicismo o mecanicismo en su dependencia del esquema interpretativo e→r, razón por la cual entre mis intereses está el tomar distancia respecto del conductismo, en la medida en que sólo compartimos una necesidad naturalista: la necesidad de evitar los fantasmas inasibles.

Para llevar a cabo esta empresa:

Primero, ubicamos, con Kantor, el comportamiento psíquico «en el mismo lugar y extensión que otros comportamientos». Reconocemos, así, que todas las ciencias versan sobre diferentes aspectos de —y esto es lo importante— una única realidad.

Segundo, una vez comprometidos seriamente con el primer paso, abandonamos tal ubicación espacial de los fenómenos naturales para postular un modelo dinámico (o comportamental) de la naturaleza, lo que equivale, en palabras de Roca, a hacer metafísica: a preocuparse por los primeros principios, anteriores a toda actividad científica, y por el desarrollo de un sistema que se dé en conformidad con ellos según el cual podamos entender la unidad multifuncional de la naturaleza. Esto es: reconocer que cualquier hecho descrito en el lenguaje cotidiano, en términos extensionales, es susceptible de ser descompuesto en niveles funcionales (o comportamientos) a los cuales atiende cada ciencia según el criterio formal que le corresponda.

La principal dificultad está en esto: superar cualquier clasificación extensional obviando, así, el que la realidad se nos presenta en la forma de objetos que hacen, dicen o padecen cosas, para formular con claridad un modelo que versa sobre dinámicas, y sólo sobre ellas y sus interrelaciones. Por ello, Roca sostiene que, antes de entrar en la labor del científico empírico dedicado al examen y descripción de los cambios en aumento y disminución del fenómeno estudiado (postulado 4; 1997), se debe engendrar una conceptualización coherente del mismo (postulado 3). Una conceptualización tal que no permita las reducciones ni las invasiones a las que nos hemos visto, y nos vemos, sometidos los psicólogos. Y esto requiere —se puede decir con propiedad— hacer metafísica.

Una metafísica en la cual se adopta la noción de creencia que C.S. Peirce introduce en el pragmatismo norteamericano, tomándola de Alexander Bain, no asume la actitud platónica trasnochada de un filósofo como «espectador del tiempo y de la eternidad», sino que se compromete con las consecuencias prácticas de suscribir como fundamental tal o cual creencia. Una creencia, desde esta perspectiva, es una regla o un hábito de acción, y en cuanto tal, no comporta la institucionalización inmutable e inamovible de primeros principios “dictados” por un Ser ahistórico como La Realidad. Así, partiendo del uso racional de la argumentación, atender a la propuesta metafísica de Roca es postular un nuevo candidato para el cargo de principio de la naturaleza, en virtud de las consecuencias prácticas que de él se derivan —lo que encierra, incluso, toda actividad discursiva—. Pues, como lo ha señalado Dewey, «bajo el disfraz de estar tratando con la realidad última, la filosofía [metafísica] ha estado ocupándose de los valores insertos en las tradiciones sociales» (1920), y no seguiremos haciendo lo mismo con el mismo disfraz, sino que nos ocuparemos de insertar unos (nuevos) valores distintos buscando consolidar una tradición naturalista no reduccionista desde la psicología para la ciencia en general, con algunos aportes relevantes para la filosofía misma.

Esta labor metafísica empieza, pues, con aquel segundo paso (el rechazo de la ubicación espacial de los fenómenos) y se concreta en el postulado primero (Roca, 1997), a saber:

(1) La esencia de la naturaleza es el movimiento.

Es la idea a partir de la cual la ciencia debe definirse y, en términos conceptuales, es la única idea sobre la realidad que debe seguirse en el desarrollo teórico. Por ello, es el primer principio metafísico en la concepción dinámica de ésta, y está allí por cuanto permite formular una reinterpretación de la actividad científica actual, organizando todos sus contenidos en un modelo coherente con (1) (Roca, 2006), destacando tres actuaciones científicas generales: la explicación funcional, la descripción morfológica y la intervención tecnológica (Roca, 1998).

Nótese que la propuesta teje simultáneamente la conceptualización de la naturaleza con la estructuración de la ciencia misma. Esto es importante porque el propósito, como lo indica el título del presente texto, es demarcar el lugar de la psicología entre las ciencias naturales. Y para ello, definir las ciencias en virtud de los principios de la naturaleza, es el camino más sensato. Por lo mismo, los postulados del manifiesto naturalista de Roca versan sobre el movimiento y la causalidad, los cuales definen el objeto de estudio de cada ciencia natural en un modelo funcional (modelo de campo) que asume las diferentes causas como relaciones funcionales y de dependencia de unos comportamientos frente a otros, no como una relación de producción en perspectiva elementarista (i.e., a causa o produce b).

Retomando (1), se sostiene que todo lo que debe existir para el ojo de la ciencia son movimientos naturales, no hechos ni objetos espaciales. Pues éstos son, como se dijo, la confluencia de aquellos, de los movimientos, en un momento específico de su devenir en el tiempo. Podría objetarse que no tenemos más que atender a los hechos, pues es la forma en que “comprendemos” la realidad. Sin duda. Pero que sean nuestro punto de observación no los hace necesariamente nuestro objeto de estudio, ya que la ciencia, en tanto discurso, es siempre abstracción, concretamente, abstracción de propiedades de clases de acontecimientos especificadas por leyes precisas de covariación. Estas leyes se deben expresar en términos que sean apropiados para los enunciados nomológicos; y la presentación de tales términos junto con las leyes correspondientes supone la explicación “científica” del fenómeno.

Es claro que en el vocabulario de los hechos podemos expresar generalidades en la forma de enunciados legaliformes. Pero siguiendo a Davidson (1994), uno puede pensar que la relación entre los acontecimientos que llamamos psíquicos y el resto de cosas nos impide formular leyes que alcancen una precisión satisfactoriamente explicativa. Por ello, mantenerse allí, en el universo de la extensión, hace de la abstracción de propiedades una actividad más descriptiva, de clasificación de clases de acontecimientos, que de especificación de relaciones funcionales como formulación de un entramado causal complejo capaz de brindar una explicación en nombre de la ciencia.

Así, ubicar dichas propiedades en cualquier modelo según el esquema de la extensión es una opción, pero no la única. De hecho, ese es el objetivo de nuestra metafísica: abandonar tal forma omnicomprensiva de la realidad para darle lugar al modelo comportamental de movimientos interdependientes, en virtud del cual podemos alcanzar el vocabulario apropiado para la formulación de leyes. La mención de esta idea es reiterativa pero importante; recuérdese que lo que se propone es hablar de movimientos naturales, sólo de ellos y de sus relaciones y dependencias mutuas.

Por otra parte, también podría decirse que no es una idea que no haya sido ya adoptada en alguna medida. Si Ribes (1994) está en lo cierto, el conductismo skinneriano fue un paso hacia el abandono de las limitaciones que implican las descripciones morfológicas, un paso que nos acercó a la concepción funcional del fenómeno al que atiende la psicología. Otro tanto más habrá avanzado Kantor en este mismo proyecto. Sin embargo, Roca (1994) sostiene que las consecuencias del cambio de criterio —del espacial al comportamental— no se han explotado lo suficiente. La razón de ello es el que se mantenga el mismo criterio abandonado para la definición de los elementos de la relación psíquica, esto es, seguir hablando en términos de organismo y de entorno. El organismo, en cualquier caso, se identifica con una sustancia —y en cuanto tal, es espacial— que hace y padece acciones, acciones que, aun cuando ejemplares de clases funcionales, son cambios espacio-temporales ubicados según su morfología, no tanto como base metodológica para las mediciones que hace el psicólogo, sino como base constitutiva de dicha relación. Lo mismo sucede con el entorno estimular como contraparte del organismo (al respecto, otro poco se dirá más adelante).

Ya en este punto, debemos avanzar un paso más hacia la definición de lo psíquico, buscando, así, especificar mejor lo propuesto en (1). Dice el postulado segundo del manifiesto naturalista (Roca, 1997):

(2) Hay movimiento en cualidad, cantidad y evolución.

Comportamiento no es una palabra de uso privativo de la psicología. Todas las ciencias estudian comportamientos (cualitativamente diferenciados), aun cuando se refieran a objetos como partículas, fluidos, organismos, palabras, etc., las ciencias atienden a aspectos dinámicos particulares de ellos, a propiedades específicas que, desde la propuesta de Roca, se entienden mejor y, lo que es más importante, sin confusión formal, como movimientos.

¿Qué movimiento es, entonces, ese que le corresponde a la psicología? A todas luces, el comportamiento psíquico, el cual se define por ser un movimiento asociativo, que significa relación construida en la ontogénesis, entre reacciones orgánicas. La psicología estudia la forma en que la vida se reorganiza para adaptarse (cf. Roca, 2006, p. 121, ). Cualquier “fenómeno” considerado como psicológico, desde cualquier perspectiva teórica anterior, puede encontrar un lugar en este marco interpretativo de la realidad, pero detallado en términos comportamentales, lo que implica la revaluación de su papel dentro de la investigación psicológica y su acomodación clara frente a otras disciplinas.

Decir que sólo estudiamos el comportamiento, como lo ha sostenido y lo sostiene el conductismo, nos deja sin objeto formal (Roca, 2007; p. 2), ya que, aunque se diga que es el comportamiento de los individuos, éste puede ser estudiado por cualquier otra ciencia en la medida en que todo hecho se puede descomponer en las distintas dinámicas que animan la naturaleza, y que son objeto de cada ciencia.

Nuestro objeto formal es, pues, el comportamiento psíquico, que se diferencia del comportamiento conmutativo que estudian la física y la química, del comportamiento reactivo que estudia la biología y del comportamiento convencional que estudia la sociología. Otra vez: no se habla del comportamiento de un “algo” —e.g., no es un cuerpo quien se comporta—, se habla de formas naturales de cambio cualitativamente diferenciadas que fluyen en el devenir de la realidad que experimentamos. Por eso, aun cuando se asume aristotélicamente que la ciencia da cuenta de las causas, no se está reproduciendo el discurso del filósofo. La perspectiva comportamental borra al sujeto de las ciencias (Roca, 1993), especialmente de la psicología. Los cuerpos en sentido espacial desaparecen, y por lo mismo, desaparecen el organismo y el entorno. El hilemorfismo aristotélico, como relación necesaria entre las causas formal y material, nos ubicaba en una concepción esencialista de propiedades intrínsecas a las sustancias, pero con el panrelacionismo antiesencialista, que se soporta especialmente en la noción de juegos del lenguaje, aquella posición se volvió insostenible (Cf. Rorty, 1997; cap 2).

El panrelacionismo que suscribe Richard Rorty es, a mi entender, el paso filosófico más sólido que se empareja con el modelo comportamental de Josep Roca. Desde allí, entendemos todo como relación; nada es “en sí”, sino que es en relación con algo más. Esto es una forma de alejarse del pensamiento griego donde se encuentra «la cría y el nidal de los dualismos» —palabras de Dewey recordadas por Rorty—, los cuales están apuntalados en una reificación de la dualidad sujeto-predicado (Whitehead, 1929, ref. por Rorty, Op. Cit.). Es de notar que la misma reificación peligrosa de los dualismos es señalada por Roca en El papel de las instituciones cognoscitivas en la ciencia psicológica (1993), por cuanto es una idea que limita nuestro pensar a un principio extensional según el cual se tienen que ubicar las acciones y los padecimientos en un sujeto o en su contraparte estimular.

Para una psicología naturalizada el sujeto, o el organismo como realidad espacial, deben desaparecer. Es la descomposición del sujeto en el entramado multifuncional de los movimientos naturales que le corresponden a las ciencias como objetos formales de estudios, las cuales explican dichos movimientos especificando sus propiedades cualitativas diferenciales, postulando leyes acerca de los cambios cuantitativos y evolutivos, y también describiendo su evolución a través de las formas concretas que asumen estos movimientos en el transcurso del tiempo.

Teniendo esto presente, es lícito sostener que dicho entramado sólo se puede deshilvanar con el modelo de campo: la postulación de dependencias mutuas entre los comportamientos naturales. Para lograr esto se usa —no se replica— el modelo causal que desarrolló Aristóteles —no se replica porque no estamos en el mundo de las sustancias sino en el de los comportamientos.

«Causa —dice el sexto postulado— significa relación funcional». La primera que se considera (postulado 7) es la causa formal, la cual define y diferencia un comportamiento respecto de los otros, y se refiere al tipo de relación característica de aquél. Lo psíquico es un movimiento característicamente asociativo, y en cuanto tal, es, como se dijo, relación construida ontogenéticamente entre reacciones orgánicas. Éstas, las reacciones orgánicas, son la base material (postulado 8) de aquel movimiento, y a su vez, son también comportamiento reactivo —otra dinámica natural que es estudiada por la biología y que se define como relación entre cambios energéticos o conmutativos—. Las respuestas y los estímulos son cambios energéticos, y la relación que hay entre ellos es una relación reactiva (causa formal) que define la vida y posibilita (como causa material) la psique…

La ampliación de este discurso se encuentra en toda la obra del profesor Josep Roca, especialmente en Psicología: una Introducción Teórica (2006). Mi propósito con lo expuesto hasta aquí es explicitar el universo conceptual donde se mueve el modelo teórico comportamental, y señalar las diferencias respecto del criterio de la extensión, además de referir algunas posturas filosóficas perfectamente compatibles con este modelo, que sirven de complemento y de justificación del mismo. El conocimiento, en tanto convención, y siendo consecuentes, es movimiento. Por ello, la ciencia y la filosofía son empresas vivas en constante actualización que demandan ajuste. Fosilizar un discurso por su antigüedad, aun cuando sea útil en alguna medida, es desconocer la naturaleza móvil que se pretende defender, con el peligro consecuente de incurrir en inconsistencias inapropiadas para la construcción de una ciencia psicológica que busca librarse de los abusos provenientes de otras ciencias o, más grave aún, de los psicólogos mismos.

Por otra parte, lo que este discurso comporta para la organización de las actividades científicas se encuentra en la misma obra referida en el párrafo anterior y en el artículo Ciencias del Movimiento (Roca, 1998) publicado en el volumen 6 de Acta Comportamentalia. Finalmente, considero de mayor relevancia revisar el texto El Mito del Innatismo (2004), en el cual Roca presenta lo «intoxicante» de los discursos innatistas, biologicistas y mecanicistas que imperan en la concepción occidental de “lo humano”, los cuales limitan la actuación educativa y son puente permisivo para formas indignas y excluyentes de regular las relaciones entre los hombres. Si este modelo tiene éxito, las consecuencias deseadas que refería al principio de este texto se mostrarán naturalmente al abandonar la tradición extensional y todos los síntomas que comporta —presentados por Roca en El Mito del Innatismo—, razón por la cual espero su discurso no quede aquí, sino que sea motor de futuras y rigurosas discusiones.

Carlos Mario Cortés H.
Bogotá, Junio de 2008

Bibliografía

Davidson, Donald (1994) "Acontecimientos mentales", En Filosofía de la Psicología. Barcelona: Antrophos.

Dewey, John (1920) Reconstrucción de la Filosofía. Barcelona: Planeta-Agostini (1985).

Ribes, Emilio (1994) "El Análisis de la Conducta Humana: la morfología como enemigo público número uno". En L. Hayes, E. Ribes y F. López (eds.) (1994) Psicología Interconductual. Contribuciones en honor a J.R. Kantor. México: Universidad de Guadalajara; pp. 143-157.

Roca, Josep (1993) "El Papel de las Instituciones Cognoscitivas en la Ciencia Psicológica". Revista de psicología general y aplicada. N°. 46 (4), pp. 365-370.

Roca, Josep (1994) "Problemas filosóficos de la psicología interconductual". En L. Hayes, E. Ribes y F. López (eds.) (1994) Psicología Interconductual. Contribuciones en honor a J.R. Kantor. México: Universidad de Guadalajara; pp. 69-90.

Roca, Josep (1997) "Movimientos y Causas: Manifiesto para una Psicología Natural". Acta Comportamentalia, Vol. 5, N° 1; pp 5-16.

Roca, Josep (1998) "Ciencias del Movimiento". Acta Comportamentalia, Vol. 6 Monográfico; pp. 45-58.

Roca, Josep (2004) El Mito del Innatismo. En línea: www.liceupsicologic.org

Roca, Josep (2006) Psicología: Una Introducción Teórica. Girona: Documenta Universitaria.

Roca, Josep (2007) "Enseñanza de la psicología: la propuesta del Liceo Psicológico". Revista de Enseñanza de la Psicología: Teoría y Experiencia, Nº. 3. Universidad de Girona. En Línea: http://psicologia.udg.es/Revista/

Rorty, Richard (1997) ¿Esperanza o Conocimiento? Una introducción al pragmatismo. Buenos Aires: FCE.

Whithead, Alferd (1929) Proceso y Realidad. Buenos Aires: Losada (1956).

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