Preludio

Psicología Naturalista

El naturalismo es una noción, un cierto sabor al gusto del intelecto. Es la convicción de que no hay nada por fuera de la naturaleza y que, en esa medida, todo es susceptible de una explicación sensata. La Psicología Naturalista es naturalista porque, teniendo este sabor en mente, quiere un modelo integral de la naturaleza y es psicología porque su misión principal es darle un lugar coherente a la psique dentro de ese modelo.

La idea tiene su origen en Josep Roca i Balasch. Yo la complemento con mis filósofos favoritos: Donald Davidson y José Ortega y Gasset. Bienvenidos todos los comentarios, críticas, preguntas, dudas o sospechas.

Carlos Mario Cortés H.

La identidad entre particulares mentales y fisiológicos: una breve defensa

8 de Mayo de 2015

Pese a que abundan las tesis sobre la identidad físico-mental, sus críticas y sus defensas, me atrevo a sumarme a la algarabía por una conversación pendiente con Alejandro León. Él me regaló el libro Ensayos de filosofía de la psicología, de su tocayo Tomasini, por un capítulo dedicado a repasar algunas de esas tesis y a propósito de nuestra charla. Desde mi perspectiva, los argumentos críticos de Tomasini son refutables. A ver si logro atinarles unos golpes.

Pero primero, ¿cuál es la tesis de la identidad físico-mental?

Brevemente, puede enunciarse de la siguiente manera: los estados mentales son idénticos a estados físicos. Es decir, en cuanto cosas, son la misma cosa. Lo que no sería breve es aclarar todos los matices que se pueden hacer de esta tesis. Para pasar a mis refutaciones, no más voy a mencionar un matiz. Es distinto, muy distinto decir esto: (1) «cierto tipo de estados mentales es idéntico a cierto tipo de estados físicos», a decir esto: (2) «cada estado mental particular es idéntico a un estado físico particular». Esta diferencia es lo que se conoce como tesis de la identidad type-type ―la afirmación 1― vs. tesis de la identidad token-token ―la afirmación 2―. Yo creo y defiendo la segunda tesis, la token-token, o dicho en español: la de ejemplares o casos. En otras palabras, lo que esta tesis afirma es que cada caso de estado mental, no importa cuál sea su contenido, es un caso particular de estado físico. No hay ningún caso en que yo piense, crea o desee algo que no sea, a su vez, un caso en el que estoy en determinado estado físico. De tal suerte, si mi estado físico, en ese caso particular, fuera diferente, mi estado mental sería diferente. Esta última afirmación es la que abre más problemas y la que seduce y desvía a los críticos hacia la tesis type-type. Tendrían que hacerse varias aclaraciones más, esperemos a que surja la necesidad de hacerlas mientras avanzamos. Por lo pronto, dejemos así.

Fallas en los argumentos de Tomasini

La presentación crítica de Tomasini, por su puesto, es mucho más extensa e incluye muchos más matices de los que yo he ofrecido hasta ahora. Incluye también la distinción entre la tesis de identidad entre tipos y la identidad entre casos. Aun así, no me parece que le haya hecho justicia a los detalles de la discusión, ni que sus argumentos sean «demoledores» o «devastadores» como él afirma (p. 188). Voy a ponerles nombres para tratar con ellos.


1. Conservación de propiedades en la identidad

La esencia de esta crítica está en la siguiente afirmación: si dos objetos son idénticos, «lo que valga para uno debería valer para el otro» (pp. 186-187). Así, por ejemplo, si vale decir de Bruno Díaz que él tiene traumas de niño ―una propiedad de la cosa Bruno Díaz―, también vale decirlo de Batman porque, en cuanto cosas, son la misma cosa. Es decir, porque son idénticos, sus propiedades se conservan; tienen las mismas propiedades. Si Bruno Díaz tiene traumas de niño y Batman no, entonces, no serían idénticos porque violarían la conservación de propiedades, según Tomasini. Así pues, el argumento concluye que los estados mentales no son idénticos a estados físicos porque de estos últimos vale decir que tienen ubicación espacial mientras que de los primeros no. Entre ellos, las propiedades no se conservan.

Dado que es obvio que, aunque haya identidad, no todos las propiedades se conservan ―por ejemplo, el nombre de la cosa Bruno Díaz tiene nueve letras, mientras que el nombre de la cosa Batman tiene seis―, Tomasini nos recuerda que hay que «[dejar] de lado las propiedades modales e intencionales» o, dicho de otra forma, «los modos de presentación». Se conservan sólo las propiedades que son «propiedades genuinas». Por tanto, el argumento de la conservación de propiedades depende de dos cosas: (1) de que esta distinción de propiedades sea legítima y (2) de que se muestre, para determinar si deben conservarse o no, cuáles son las propiedades genuinas y cuáles son las modales o intencionales de la cosa que pretende identificarse, bien sea con términos mentales o bien con términos físicos. En otras palabras, el argumento depende de que se respondan dos preguntas: (1) ¿tiene sentido hablar de propiedades genuinas?, (2) ¿es la ubicación espacial una «propiedad genuina» de la cosa descrita o señalada en términos físicos y una propiedad ajena a lo mental?

Si se responde negativamente la primera pregunta, se habrán minado las bases del argumento. Pues éste depende de que haya propiedades genuinas que deban conservarse; los otros tipos de propiedad están exentos de satisfacer el criterio de conservación. Ésta, sin embargo, sería una respuesta larga. La respuesta corta, en cambio, es denunciar petición de principio. Así: suponer que los estados mentales no tienen ubicación espacial es suponer que no son idénticos a los estados físicos, pues, si lo fueran, obviamente la tendrían; sería la misma del estado físico en cuestión. Luego, Tomasini parte de suponer la no identidad para concluir en ella misma. La única manera de superar esta falacia sería argumentando a favor de la impropiedad de la ubicación espacial de los estados mentales. Algo que Tomasini no hace y que, por lo tanto, deja en vilo su argumento.

En cualquier caso, veo cierta confusión respecto de la naturaleza de lo mental y de lo físico. ¿Es un asunto meramente gramatical u ontológico? O sea, ¿lo mental es una cosa o una propiedad? ¿Lo físico es una cosa o una propiedad? ¿Las propiedades que deben conservarse son propiedades de la cosa en sí o de la cosa en cuanto descrita como física o en cuanto descrita como mental? ¿Son metapropiedades, es decir, propiedades de propiedades físicas o mentales, como lo sería la ubicación si es que lo mental y lo físico son, a su vez, propiedad? Por lo demás, ¿qué es un cosa y qué es una propiedad? Estás serían las preguntas de corte un poco ontológico. Las gramaticales simplemente se reducirían a una cuestión de ser sujeto o ser predicado. En cuyo caso es muy fácil argumentar que ser sujeto o predicado no afecta el estatus ontológico de la referencia ―algo para lo que que no alcanza la inteligencia de los abominables defensores del lenguaje inclusivo cuando hablan de género―. Pensemos en un ejemplo que le debo a Estanislao Zuleta, la expresión «el viento sopla». Allí hay sujeto y hay predicado, pero ¿hay cosa y propiedad discernibles? La pregunta es importante porque muestra la independencia entre gramática y ontología y, por tanto, exige precisar filosóficamente los criterios para distinguir entre cosa y propiedad. Algo fundamental ante la tarea de juzgar la tesis de la identidad haciendo una tipología de propiedades.


2. Contexto de gestación o pertinencia

«El núcleo de la objeción ―escribe Tomasini― es el siguiente: un pensamiento es algo que requiere un contexto para que pueda gestarse» (p. 187). Y continúa: «la pregunta orientadora acerca del pensamiento no es , '¿qué es un pensamiento?', sino '¿cuándo decimos de alguien que tiene o construyó un pensamiento?'». Luego, procede con un ejemplo: la expresión «hola, qué tal» sería un caso de pensamiento si la escucháramos de una persona, pero no si proviene de una grabadora. Al parecer, lo determinante es que la persona produce esta expresión en contextos apropiados, pertinentemente, mientras que la grabadora la produce o reproduce con independencia del contexto, basta con darle play. Su siguiente paso, entonces, es afirmar que, a diferencia del pensamiento, los estados cerebrales «no requieren de ningún contexto para que se produzcan». Invocando de nuevo el anterior criterio de la conservación de propiedades en la identidad, concluye: «podemos deducir que procesos cerebrales y procesos mentales no son lo mismo (i.e., no son, como quieren ciertos filósofos, "idénticos")» (Ibíd.), ya que unos, los mentales, tienen la propiedad de «requerir» de contexto para «producirse», mientras que otros, los cerebrales, no.

Este argumento, como ven, depende del criterio de la conservación de propiedades, el cual debe ponerse en cuarentena hasta que no se aclare la legitimidad de la idea de propiedades genuinas. Sin embargo, supongamos válido el argumento y preguntemos: acaso ¿se ha demostrado que la propiedad requerir de contexto para producirse es, en efecto, una «propiedad genuina» de la cosa que pretende identificarse con términos físicos y mentales? Si no se ha demostrado esto, el argumento esta incompleto y su conclusión suspendida. O sea, ¿cuál es el criterio para clasificar las propiedades?

Por otra parte, pensando en la manera como se formula esta objeción, lo primero que se me ocurre es preguntar si es lo mismo que un pensamiento «se geste», «tener» un pensamiento, «construir» o «producir» un pensamiento. Pero como sospecho que son cosas muy distintas, entonces, mejor me pregunto cuál es la idea que realmente importa detrás del razonamiento de Tomasini. Y la respuesta la veo en el ejemplo de la grabadora, a saber: la pertinencia. Un humano usa la expresión «hola, qué tal» de manera pertinente; mientras que la máquina, no. Y acá es donde aparece la palabra contexto, ya que la pertinencia se juzga sólo en virtud del contexto. Entonces, creo que el argumento se podría reformular así: vale decir que los pensamientos son pertinentes o no; pero no vale decirlo de los estados cerebrales, carece de sentido. Entonces, por el principio de conservación de propiedades, se sigue que los pensamientos ―o los estados mentales, en general― no son idénticos a los estados cerebrales ―o físicos, en general―.

A esta reformulación le quedaría también el problema de demostrar que la pertinencia es una propiedad genuina. Aunque no estoy seguro de que sea una reformulación correcta porque la presentación de Tomasini es un poco errática (¿gestar, tener, construir, producir un pensamiento? ¿Ser pertinente?). Así, por ejemplo, puedo pensar versiones de las ideas de gestarse, construirse o producirse en virtud de un contexto que vale decirlas tanto de los estados mentales como de los estados cerebrales ―ya volveremos a esto en el siguiente parágrafo― y, en consecuencia, se satisfaría el criterio de conservación y quedaría indemne la tesis de la identidad frente a esta objeción. El punto, en todo caso, es que no sé bien de qué está hablando el autor pues da pasos confusos.


3. Producción artificial de estado mentales

El siguiente argumento va más o menos así: si la teoría de la identidad es cierta, resulta lógicamente posible producir un estado mental produciendo un estado cerebral «excitando del modo adecuado las neuronas» (p. 187). De suerte que podría producirse en el hombre de cromañón el pensamiento «los computadores son útiles» excitando adecuadamente sus neuronas. Esta consecuencia a Tomasini le resulta «claramente absurda» (p. 187), porque es necesario «[tener] las experiencias relevantes» para «generar un pensamiento» y, podemos suponer, el hombre de Cromañón no experimentó con computadores. «La tesis [de la identidad], por consiguiente, no se sostiene» (p. 188).

Olvidémonos del pensamiento o de la mente, por un momento, y pensemos en esta expresión: «excitando del modo adecuado las neuronas». Acaso, ¿qué modo es ese? ¿Cómo se puede lograr que dos cerebros separados por 10 mil o 40 mil años se encuentren en el mismo estado? ¿En virtud de qué se juzga la mismidad de estados cerebrales? ¿Tienen que ser idénticos los cerebros para exhibir estados idénticos? ¿Pueden ser diferentes? ¿Se ve afectada la posibilidad de «estimular del modo adecuado» el cerebro por la muerte celular o por la creación de conexiones sinápticas o por las células gliales? ¿Estamos excitando al cerebro «del modo adecuado» cuando hacemos que se activen las neuronas tal y cual o no basta con la identidad de la neurona sino que también importan sus sinapsis? Y como éstas, no sé cuántas más preguntas podría hacer alguien que conozca mejor las propiedades estructurales del cerebro. El punto es que eso de «excitar del modo adecuado» parece exigir demasiadas suposiciones ignaras. Así pues, no le veo a este argumento gallardía suficiente para alcanzar a ser académico.

Por otra parte, en esta objeción, aparece de nuevo el contexto de gestación cuando apela a «tener las experiencias relevantes». Tomasini lo afirma a propósito del pensamiento, ¿pero no es exactamente igual para el cerebro? ¿No es acaso la plasticidad cerebral su rasgo más maravilloso y distintivo? ¿No se refiere eso, la plasticidad, precisamente a la sensibilidad a la experiencia, al contexto? O sea, ¿no es el cerebro el resultado de sus experiencias, de su historia? Entonces, de nuevo, no importa siquiera tener en cuenta al pensamiento, no más esto: ¿en qué sentido se pueden lograr estados idénticos en cerebros con experiencias tan radicalmente distintas? ¿Qué «modo adecuado», pero no solo adecuado sino mágico y místico, es ese que logra replicar el mismo estado en dos cerebros en los que su contexto ha gestado, construido o producido las conexiones de más de 80 mil millones de neuronas, en las miles de sinapsis que puede establecer cada una de ellas? De nuevo, ¿bajo qué criterio se juzga mismidad en la activación cerebral?

Si tengo razón en que, así como el pensamiento, los estados cerebrales también requieren de un contexto para producirse, para llegar a ser siquiera posibles, el argumento de la producción artificial de estados mentales se queda sin sustento. Y por otra parte, si resulta que el argumento anterior, el del contexto, no se refiere a la pertinencia sino a la gestación, entonces, al mismo tiempo que falla el argumento de la producción artificial, fallaría el argumento del contexto de gestación, pues resulta que esta propiedad sí se conserva y, por tanto, no niega la identidad físico-mental.

Continuando la crítica, también podría argumentar que la producción artificial de estados mentales ignora por completo la tesis de identidad entre casos, la token-token. Pues exige que identifiquemos un tipo de estado cerebral X para reproducirlo en dos cerebros y supone que eso dará como resultado dos casos del tipo de pensamiento Y. ¿Cómo, si no es identificando tipos, puede hacerse que un estado cerebral X sea, en más de una ocasión, un caso del pensamiento Y? Si acaso el argumento de Tomasini fuera bueno ―aunque no lo es―, minaría sólo la identidad entre tipos de estados. Sólo esa. La identidad de casos queda intacta.


4. Designación rígida y necesidad a posteriori

Es menos chévere tratar este argumento porque introduce ideas como la designación rígida y los mundos posibles que, para mi gusto, enredan innecesariamente la discusión. Acá pues, seré más prudente, de un lado, porque no estoy del todo bien enterado y, de otro, porque considero que ya está muy larga mi breve defensa.

Su argumento va más o menos así: (1) Un enunciado de identidad de la forma «A es idéntico a B» es necesario (i.e., verdadero en todo mundo posible) si A y B son designadores rígidos. (2) Los términos mentales y físicos en los enunciados de identidad físico-mental son designadores rígidos. Por lo tanto, (3) los enunciados de identidad físico-mental son necesarios. Pero (4) estos enunciados no son ni tautológicos ni analíticos, en consecuencia, (5) son falsos (cf. p. 188). ¿Ese es el argumento? Sí, ese es el argumento, por lo menos como yo lo entiendo. El problema es que la presentación escasa que hace Tomasini del tema deja muy poco con qué tratar.

Sin embargo, en un segundo momento, abre la posibilidad de que enunciados que no sea ni tautológicos ni analíticos sean necesarios. Se refiere a los enunciados necesarios a posteriori, y son aquellos cuyos términos no incluyen sólo designadores rígidos, o sea, que la identidad se afirma respecto de una descripción.

Entiendo el segundo argumento en términos del ejemplo usual: la identidad entre agua ―un designador rígido― y "sustancia compuesta de H2O" ―una descripción―. Si yo estoy hablando del agua, necesariamente estoy hablando de una sustancia compuesta de H2O. No es posible imaginar el agua sin esta propiedad química. O sea, si uno imagina el agua pero con otra composición, entonces, realmente no está imaginando agua. La identidad es necesaria. Y esto aunque no es ni una tautología, ni un enunciado analítico, es un enunciado de identidad necesario a posteriori porque es verdadero en todo mundo posible e incluye una descripción ("sustancia compuesta de H2O"). ¿Quién define esto? La ciencia, supongo.

En esa misma línea, el argumento de Kripke, que presenta Tomasini, sostiene que (a) uno sí puede imaginar el dolor sin que se estimulen las fibras C del cerebro, o sea, uno sí puede imaginar un estado mental sin el estado físico que la teoría de la identidad pretende que sean la misma cosa. Entonces, (b) la identidad no es necesaria. Conclusión: (5) el enunciado de identidad físico-mental es falso. ¿Por qué? Bueno, pues el argumento decía que los enunciados de identidad entre designadores rígidos eran necesarios. Si no son necesario, entonces son falsos. Y al parecer, el hecho de que uno pueda imaginar lo mental sin lo físico muestra que no es necesario. Más allá de que el enunciado de identidad tenga o no tenga una descripción.

Este argumento se soporta en la idea de propiedades esenciales ―aquellas sin las cuales no estamos nombrando lo que nombra un designador rígido, e.g., el agua sin su composición―, pero también en el criterio para ligar esas propiedades, mediante una descripción, a un nombre vernáculo ―la ciencia en el caso de agua― y, además, en lo que cuenta y no cuenta como descripción ―esto último tendría que ampliarlo pero tiene que ver con entender los conceptos mentales en términos de actitudes proposicionales―. Quiero dejar así las cosas hasta que surja la necesidad de tratar el tema con más detalle, para no extenderme más. O sea, mi breve defensa llega hasta refutar las objeciones 1-3 de Tomasini. Dejo pendiente la 4, la «devastadora», la «demoledora».


2 comentarios:

Alejandro Leon dijo:

En mi opinión, el asunto de la identidad entre lo físico y lo mental es, como la mayoría de los “problemas” en filosofía, un falso dilema. En consecuencia más que resolverse, requiere disolverse. En este contexto, no es mi intención pronunciarme o dar respuesta a la pregunta ¿son idénticos lo físico y lo mental? Sino más bien, identificar si la pregunta tiene sentido o si se plantea sólo a partir de un mal entendido, de un enredo. Para cumplir con tal propósito son indispensables dos puntos: a) explicitar qué se entiende por “lo físico” y qué por “lo mental”, y b) analizar si estas nociones no violentan nuestros usos normales de tales términos, si no entran en corto circuito con éstos.

En este orden de ideas, sólo para empezar, quisiera retomar el ejemplo expuesto por Carlos Mario en el punto 1. Suponiendo que, en tanto “cosas”, Bruno Díaz y Batman fuesen lo mismo (lo que no es cierto porque el último cuenta con un exoesqueleto) la identidad se predicaría, justamente, de aquello que corresponde a la geografía lógica-categorial de las “cosas”, es decir, de lo físico (en nuestro ejemplo, peso, altura, índice de masa corporal, porcentaje de agua, etc.) Si estoy en lo correcto, surgen algunas preguntas ¿a qué de lo físico tiene sentido adscribirle “traumas”?, ¿al peso, al índice de masa corporal, al porcentaje de agua, a la altura?, ¿tiene sentido decir que las “cosas” tienen traumas? La respuesta es evidente: no tiene el menor sentido. Adscribir traumas a las “cosas” es una violación categorial (i.e. “la roca está traumada”). De ello se sigue que, si se habla de Bruno Díaz y/o de Batman, en tanto “cosas”, es un craso error adscribirle “traumas” a uno u otro (v.g. no es lo mismo decir “Bruno Díaz está traumado” que “el cuerpo de Bruno Díaz está traumado”).

Dejo hasta aquí mi participación por el momento, con el fin de establecer un diálogo y avanzar en la discusión, y con la solicitud a Carlos Mario de que explicite qué entiende por "físico" y qué por "mental".

Bruja dijo:

Gracias por tu respuesta, Alejandro. Permíteme contestar en tono melodramático y jocoso: me siento engañado. La única razón por que me tomé el trabajo de comentar el texto de Tomasini fue porque tú me invitaste a leerlo. Pero tu negación del dilema identidad-no identidad hace inútiles los intentos de inclinar la balanza hacia el sí o hacia el no. O sea, hace inútiles tanto mi comentario como el texto de Tomasini. Entonces, ¿por qué me invitaste a leerlo en lugar de haber interrumpido nuestra conversación en Xalapa con una demostración de la pseudoproblemidad del dilema? Si tu siguiente jugada en esta conversación fuera, como dices, "identificar si la pregunta [por la identidad] tiene sentido" ―y yo quisiera que así fuera―, creo que amerita ser un post independiente y no un comentario a éste. Así que te invito a hacerlo y que sea con la libertad y frescura de un comentario; acá no tenemos las pretensiones editoriales de una revista.

Para tal propósito, dices, es indispensable decir qué se entiende por físico y qué por mental. Yo por mental entiendo algo muy usual en filosofía: estados fenoménicos y actitudes proposicionales. Ambas cosas constituyen la mente de una persona. Y como ves, de manera muy coloquial, les llamo cosas, con lo cual muestro que este término no se equipara necesariamente con un "es decir, lo físico", ni se especifica con peso, altura, índice de masa corporal, porcentaje de agua, etc. Cosa es cualquier cosa, sea física, fantasmagórica o, simplemente, conceptual y carente de peso, altura y demás cosas (que tampoco son cosas en tu decir "lo físico"). El término, sin violaciones al sentido común, aguanta una ontología más amplia. Por físico, en cambio, en principio y con la disposición a aceptar que es impreciso, yo entiendo algo como esto: lo que ocupa espacio. La cosa que se extiende, como decía el genial Descartes para contraponerale la cosa que piensa. Aunque para precisar el asunto de la identidad físico-mental habría que incluir en nuestra ontología otro tipo de cosas, que no son ni físicas ni mentales en sí mismas, a saber: los eventos.

Dices que el siguiente paso es ver si las nociones en cuestión no violentan los usos normales de los términos. Este criterio me parece una indeseable e impertinente restricción a la inteligencia y creatividad de quienes piensan. ¿Normales en qué sentido y según qué criterio? ¿Estadístico? ¿Clínico? ¿Intuitivo? En cada uno de esos casos, ¿cómo defines los límites de lo normal? ¿A qué grupo de personas y con qué criterio acotas los usos para determinar normalidad? A mí me basta con que mi interlocutor presente buenas razones para usar los términos como los usa y, más importante, que presente bien esos términos. No importa que tan descabellados o contraintuitivos parezcan. No obstante, entiendo que con esto puedo estar minando las bases de la conversación entre tú y yo, pues estaríamos partiendo de principios muy distintos.

Retomando el asunto de la cosa, me criticas mi uso del términos para explicar la identidad. Según tu comentario, Batman y Bruno Díaz son cosas distintas porque el primero tiene un exoesqueleto. Y pues, exoesqueleto puede ser una forma de llamarlo, pero es simplemente un atuendo que Batman puede cambiar así como Bruno Díaz cambia de calzoncillos. Algunos serán más largos, otros más cortos, con más o menos tela y, en esa medida, con más o menos materia. ¿Nos obliga eso a decir que Bruno Díaz no es idéntico a sí mismo cuando cambia su ropa interior o su sombrero o su armadura? Si la respuesta fuera afirmativa, alguien podría decir que estás "violentando" el "uso normal" de ser la misma cosa. Para mí no habría problema siempre y cuando lo hicieras de manera razonada y coherente. Pero, en cualquier caso, no serían ni el concepto de identidad, ni el concepto de cosa que yo tenía en mente.

Quedo, pues, a la espera de tus razones de por qué la identidad físico-mental comporta un pseudoproblema. Un abrazo.

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